Byleth & Alois B / houses.fedatamine.com

Byleth, Alois enter the scene

¡Anda, profesor/ora! ¿Qué te trae por aquí? ¿Querías pescar?

Exacto.
No, te vi por aquí y...

¿Querías que te ayudase en algo? Ah, no. No es eso lo que veo en tu mirada...

¿Sabes qué? Siempre que voy de pesca me cuesta mucho no pensar en el viejo Jeralt.

Los dos veníamos aquí a sentarnos y nos pasábamos el rato lanzando el anzuelo.

¡Y aún no he mejorado nada desde entonces! No he conseguido que piquen ni una sola vez.

Quizá si estuvieses más callado...
No es lo tuyo.

De tal palo, tal astilla, ¿eh? Te conoces todos los trucos de la pesca.

De tal palo, tal astilla, ¿eh? Tu padre me decía siempre lo mismo.

A mí se me daba fatal, pero él era todo un experto.

En lo que tardaba yo en pescar un pez, él llenaba la cesta a rebosar.

¿Sabes? Al hablar contigo me invade la nostalgia.

¿Por qué no pescas conmigo? Podemos compartir historias sobre Jeralt.

Ya habíamos comentado que Jeralt no envejecía nunca, ¿verdad?

Una vez, cuando estaba borracho, me reveló su secreto.

Me contó que había tomado una infusión hecha con sangre de alguien que portaba un emblema, y que le había otorgado una gran longevidad.

¿Los emblemas te hacen vivir más años?
Estás bromeando, ¿no?

Los dos habíamos bebido, así que me imaginé que lo decía de broma y me limité a reírme.

Luego le pregunté qué edad tenía y me dijo que había parado de contar cuando llegó a 100.

¡Y decía la verdad! Se pasó 20 años fuera y no envejeció ni un solo día.

Qué persona tan increíble... Y eso que no sabré ni la mitad de las historias, seguro.

En realidad, quisiera preguntarte algo sobre Jeralt, si no te importa.

¿Cómo era Jeralt cuando no estaba en el monasterio?

Le gustaba pescar.
Lo único que hacía era beber.

Es decir: ¡era exactamente igual!

Cuando estaba en la orden, siempre sacaba tiempo para irse de pesca. Digamos que... ¡estaba enganchado!

Decía que no había mayor placer en esta vida que degustar un pez que él mismo había pescado. ¡Y regarlo con algo de beber!

Es decir: ¡era exactamente igual!

Cuando era su escudero, se pasaba todo el tiempo gritando que necesitaba beber algo. Supongo que no se daba cuenta de que... me hacía pasar un mal trago.

Pero en el campo de batalla no tenía rival; por eso lo apodaban «el Quiebraespadas».

Debo admitir que estar aquí pescando contigo me trae muchos recuerdos.

Me siento como en los viejos tiempos, cuando era Jeralt quien se sentaba a mi lado.